Lunes 8 de Enero, 2024
“Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía, no se angustia y nunca deja de dar fruto.”
Jeremías 17:8 (NVI)
Vivo en el sur de California con mi familia y aunque estamos alejados de la zona céntrica de Los Ángeles, el estado se caracteriza por sus múltiples autopistas. Cuando llegamos por estos lados hace unos 15 años, solíamos salir muy confiados, con la dirección y mapa en mano, hacia nuestro destino. Sin embargo, no contábamos con las múltiples autopistas que se ramificaban frente a nosotros. Si tomábamos la salida equivocada, la cosa no era tan fácil como retomar en la próxima salida. La única solución era parar e intentar llegar de nuevo a casa. Nos hemos perdido varias veces hasta aprender el camino.
Por suerte, los autos comenzaron a incorporar GPS, incluso los celulares cuentan con uno y pueden llevarte a cualquier lado que desees ir. Pero cierta vez, decidí usar el GPS de mi celular. Tenía que ir a un lugar al que nunca había ido y necesitaba una guía. Resultó que me desvió del camino, porque en la autopista había mucho tránsito y me lo estaba evitando. Ese pequeño aparato estaba pensando por mí. ¡Qué maravilla! Pero cuando me bajé en la zona indicada, comenzó a “recalcular”. Parece que me había equivocado de salida. Lo más terrible fue que se quedó en modo “recalculando”, y yo no sabía dónde ir. No había buena señal o simplemente enloqueció. No sabía si ir a la derecha o a la izquierda, tenía autos atrás y no tenía la menor idea de dónde estaba. Cuando solemos usar el GPS para ir a un lugar, generalmente uno no presta atención por dónde está yendo, simplemente nos dejamos llevar por las indicaciones; el GPS piensa por nosotros. Finalmente, me estacioné, prendí el GPS del auto y pude llegar a destino. Había decidido usar el GPS de mi teléfono, porque el del auto, cierta vez, me había llevado a otra dirección debido a que existen dos direcciones parecidas.
Ahora, la brújula es un instrumento de navegación diseñado para ayudarnos a determinar nuestra orientación con respecto a los polos magnéticos de la tierra. La brújula no piensa por nosotros; siempre tenemos que estar mirando por dónde vamos. Podríamos decir que el GPS son las indicaciones externas, ya sea de otras personas o de nuestra familia. Es como poner el piloto automático y dejarnos llevar. Si lo seguimos a ciegas, tal vez nos encontremos atascados y atrapados en un lugar que no queríamos. De repente, un gran obstáculo aparece en nuestro camino y no tenemos la menor idea de qué debemos hacer. En cambio, la brújula interior es Dios que nos guía y nos dice por dónde tenemos que ir, cuál es nuestro norte, nuestro llamado, el propósito por el que estamos aquí. Cuando ignoramos esto, regresamos a la vida del GPS, en la que permitimos que lo exterior, la cultura, las circunstancias, la familia, la profesión, nos digan cómo tenemos que avanzar y nunca llegamos a tener claro por qué hacemos lo que hacemos. Así es como nos perdemos. Es fácil perderse mirando lo externo, las circunstancias, el entorno. La brújula interna, lo que Dios ha puesto en nosotros, se descubre en la intimidad con el Señor. Ahí encuentras cuál es tu propósito en la vida. Allí es donde sales del estancamiento, donde Dios te muestra que ya falta poco para salir de la tormenta. Cuando ignoramos la voz de Dios, comenzamos a sentir que algo anda mal, es el precio de navegar sin brújula. Es ahí cuando comenzamos a sentirnos emocionalmente agotados o estresados.
Muchos de nosotros somos asiduos congregantes dominicales o estamos anotados en todas las actividades que se desarrollan en la iglesia. Recitamos versículos de memoria, declaramos todas las promesas, pero no sabemos nada de la verdadera intimidad con Jesús, de tener relación con el Padre y el Espíritu Santo. Busquemos esa brújula interna, allí donde están nuestros valores, nuestro llamado, y pidámosle al Señor que nunca nos permita que un GPS externo nos diga por dónde tenemos que ir. Puedes pasar por las peores tormentas, puedes tener que tomar otra ruta que no pensabas, porque algo inesperado se interpuso en el camino, pero nunca, nunca, sentirte perdida. Dios nos creó con un propósito y puso en nuestro interior el potencial para cumplirlo. Este propósito existía antes de que nosotros naciéramos. A veces andamos por la vida buscando profetas, mentores, motivadores, pastores, que nos digan cuál es nuestro propósito, en vez de ir a la fuente, nuestro Señor. Tu propósito no es trabajar el resto de tu vida haciendo malabares para llegar a fin de mes, ni ver cómo se solucionan los problemas antes de poder enfocarte en hacer algo.
Tu propósito ya está en ti. Deja de lado el GPS (externo) y busca la brújula (interna). Allí encontrarás tu camino.
Oración
Señor, gracias porque tú eres mi guía. A lo largo de los años, he tenido que pasar por muchas pruebas y dificultades, pero nunca me has dejado, ni por un momento. Siempre estuviste ahí conmigo. Perdóname por las veces que me dejé llevar por lo externo y perdí mi brújula interna. Me arrepiento de todo corazón.
Gracias por enseñarme que mis raíces espirituales se profundizan cuando paso por pruebas. En este nuevo año, buscaré tu guía. En tu nombre, amén.