Lunes 2 de Octubre, 2023
“Confíen en el Señor para siempre, porque en Dios el Señor, tenemos una Roca eterna”
Isaías 26:4
No nos gusta tener que atravesar situaciones dolorosas, pérdidas ni sufrimiento. Sin embargo, cuando tenemos que enfrentar estas circunstancias, nos dan un panorama de lo que hay en nuestro interior. Intentamos adormecer nuestro dolor con negación, razonamientos y argumentos, pensando que, si ignoramos lo que enfrentamos, ese dolor desaparecerá milagrosamente.
Entregar nuestras pérdidas o situaciones dolorosas es lo más difícil de hacer. Como seres humanos pensantes, siempre estamos tratando de resolver todas las dificultades, descartando lo que creemos que no funciona o lo que nos produce dolor. Pero cuando aprendemos a entregar a Dios todas nuestras preocupaciones, encontramos una paz maravillosa.
Si es tan fácil hacerlo, ¿por qué nos cuesta tanto? Bueno, porque en realidad no es nada fácil. Muchas veces, relacionamos entregar los problemas con derrota, creyendo que es un signo de debilidad. Pero, cuando nos rendimos a Él, comprobamos que el alivio invade nuestras almas cansadas, porque es el mismo Dios quien se ocupa de todo.
Cuando tratamos de controlar una situación y nos invade el agotamiento, es la señal de que aún no hemos entregado todo. Pongamos todo en el altar del quebrantamiento, sabiendo que nada de lo que pasa es por casualidad; esto incluye una enfermedad terminal, una muerte o una separación.
Al persistir en cambiar las cosas a nuestra manera, y no aceptar un diagnóstico o dejar ir a un ser querido, el miedo nos invade, porque nos damos cuenta de que no podemos controlar nuestras circunstancias. Y nos preguntamos: ¿cuándo mejorará esta situación? ¿Cuándo terminará la tormenta? ¿Cuándo, cuándo, cuándo?…
Estas preguntas no tienen respuestas. Pero cuando entregamos y rendimos todo a Él, estamos cediendo el control a Dios. Acepta ese diagnóstico, deja de luchar y hallarás paz nuevamente.
Quizás tenemos que aprender a tener fe en Dios y ser pacientes. Si estamos atravesando una tormenta, doblemos nuestras rodillas en oración y rindámonos a Él. No ores para que acabe la tormenta, sino para tener el valor de atravesarla confiadamente, porque te aseguro que saldrás más fortalecido en Jesús.
No sabemos por qué ocurren ciertas cosas, pero el mayor problema radica en que creemos que deberíamos saberlo. Seamos humildes ante el Señor. ¿Cómo entregarlo todo? ¿Cómo dejar de luchar? Simplemente, soltando y renunciando a nuestro propio modo de hacer las cosas. Si aprendemos a confiar en Dios, encontraremos paz y nos liberaremos de los esquemas mentales. Digamos: “Señor, quisiera ser sano, pero hágase tu voluntad, no mi voluntad.”
Imagina que eres el capitán de tu propio avión, tienes una frecuencia de vuelo que tienes que respetar. Desde la torre de control, recibes indicaciones que tienes que obedecer. El controlador aéreo tiene una perspectiva mucho más amplia de lo que ocurre, por eso confías en él. Lo mismo sucede con tu vida, ¿a quién crees que le interesa que tu avión llegue a destino? Dios es quien está en la torre de control, tú sólo eres el piloto. No estás renunciando a ser piloto, estás dejando el control a los expertos.
Hay una diferencia entre renunciar y entregarse. Por ejemplo, frente a un diagnóstico desalentador, renunciar es bajar los brazos, creer que ya no hay esperanza. Entregarse, siguiendo con el mismo ejemplo, es buscar el mejor tratamiento para tu patología, hacer todo lo posible, pero sabiendo que Dios tiene la última palabra. Si te sana, será un gran testimonio; si no lo hace, Él sabe por qué. Si nos negamos a aceptar las situaciones que no podemos cambiar, terminaremos agotados y sin paz.
Por último, no debes resignarte y aceptar todo lo que te pase; si ves que una relación no funciona, puedes dialogar y tratar de llegar a un acuerdo, pero siempre desde la humildad, no desde la exigencia. Es un regalo maravilloso ser capaz de mirar nuestra situación desde otra perspectiva, incluso si nada cambia a nuestro alrededor. Aprendamos lo que tenemos que aprender; la tormenta en algún momento se terminará. La oscuridad de la noche, en algún momento, dejará lugar a la luz del día. Dios está en control. Bendice tu proceso y observa a tu alrededor, está amaneciendo…
Oración
Señor, estoy cansado de luchar, de tratar de mantenerme en pie. Definitivamente no puedo hacerlo con mis fuerzas, te necesito. En medio de esta tormenta que estoy atravesando, te entrego todo. Me rindo a ti. Toma el control de mi vida, quiero aprender a depender de ti, a confiar. No me voy a resignar ni a bajar los brazos, pero el próximo paso lo voy a dar sabiendo que sólo soy el piloto. Gracias Señor por la paz que sólo Tú das, que inunda y sobrepasa todas nuestras dificultades. Amén.