De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” Efesios 4:16.
La salud no es un algo que se puede dejar pasar o que no requiere nuestra atención.
Nacemos dependiendo de esta. Basta recordar cuál es nuestra primera preocupación cuando vamos a dar a luz un hijo o sabemos de alguien que lo está haciendo: lo primero que queremos saber es si nació sano. Esa suele ser nuestra primera pregunta como padres, porque sabemos que desde ese momento contar con esa bendición para nuestro pequeñito determinará en gran medida su destino.
Sin salud no hay calidad de vida. Sin embargo, somos tan ingratos y mal agradecidos que cuando la tenemos, la pasamos por alto y no la cuidamos. Solo cuando algo estalla interiormente, cuando se manifiesta alguna enfermedad o problema es cuando nos percatamos de cuán valiosa es y daríamos lo que no tenemos por recuperarla. El problema es que en muchas ocasiones ya es demasiado tarde.
Es preocupante y alarmante el descuido de la salud personal, lo cual provoca no solo las enfermedades, sino que muchas veces culmina en graves riesgos o muerte. Por eso, cuando me enteré de que mi cuerpo sufría de un problema metabólico de por vida, me enfoqué en buscar y aprender las mejores opciones naturales para sobrellevar la enfermedad con la mejor calidad de vida posible. De inmediato, comencé a estudiar sobre nutrición y distintas terapias naturales, además de aprender a preparar los alimentos de manera que no pierdan su valor nutritivo, qué ejercicios agregar a mi rutina diaria y otros aspectos importantes que contribuyeran a mantener mi cuerpo funcionando de la mejor manera posible.
Pero ¿de qué sirve cuidar el cuerpo, si descuidamos la salud mental? ¿O si dejamos de lado las emociones? ¿O pretendemos ignorar aquello en lo que está enfocado nuestro corazón? ¿Dé que sirve comerte una ensalada, si estás angustiado o con resentimiento? Te aseguro que esa ensaladita, por más saludable que sea, te caerá como una bomba. Insisto, somos seres integrales y todo está relacionado.
Para que uno esté saludable, todos deben estarlo. Eso es el equilibrio.
Nunca tenemos un balance perfecto. Estamos en un constante intento, puesto que es imposible estar siempre en la cresta de la ola. El secreto está en intentar mantenerse equilibrado interiormente para que todo el resto también lo logre.
Presta atención a tu parte espiritual, pero nunca descuides la mente, y el cuerpo.