Lunes 31 de Marzo, 2025
La Biblia es un libro completamente único; fue escrita por más de cuarenta autores que tenían diferentes vocaciones y provenían de diversas regiones y circunstancias. Se escribió durante un período superior a mil quinientos años; sin embargo, la Biblia sigue un hilo unificado y sin igual. No tiene contradicciones o inconsistencias en sus sesenta y seis libros. En ella, Dios nos revela sus atributos, sus nombres, su plan maravilloso para la humanidad, nos enseña sobre la Trinidad, la caída y el pecado del hombre, la salvación, entre muchos otros temas.
En 2 Timoteo 3:16 leemos: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia”. Dios inspiró a hombres y los dirigió a través del Espíritu Santo para que escriban verdades. En 2 Pedro 1:21 leemos: “Pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios”, es decir, que el Espíritu Santo supervisaba a los escritores. Por lo tanto, tenemos que creer que la Biblia es fiel y verdadera. En los dos versículos que leímos anteriormente, se usó la palabra griega “Theopneustos” que significa inspirado por Dios y enfatiza la exhalación de Dios; por consiguiente, las Escrituras fueron producto de la “respiración de Dios”.
Mientras Jesús estuvo en la tierra, dio méritos a la inspiración divina de las Escrituras, diciendo lo que otros autores decían sobre la llegada del Hijo del Hombre. Él citó el Antiguo Testamento varias veces y, cuando fue tentado al inicio de su ministerio, Jesús desechó los argumentos de Satanás, diciendo “escrito está” y citando Deuteronomio 8:3, 6:13 y 6:16.
La Biblia está libre de errores, sus enseñanzas son fieles y verdaderas. Si no podemos confiar en ella, no podremos confiar en el mensaje de salvación y, si tiene errores, entonces creeremos que Dios erró al inspirar a los hombres.
Salmo 119:105 dice: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Si creemos que esto es verdadero, ¿por qué nos cuesta leerla a diario si ella ilumina nuestro sendero, a veces oscuro y lleno de incertidumbre? Vivimos en un mundo lleno de ruido, opiniones y caminos que prometen satisfacción, pero nos dejan vacíos. En medio de tanta confusión, la Palabra de Dios se levanta como una guía segura. Leer la Biblia, no es solo una disciplina espiritual, es una necesidad diaria para el alma.
La Biblia no es un libro más; es la voz de Dios escrita para nosotros, es su respiración que nos infunde esperanza. Nos corrige, nos consuela cuando estamos tristes y, por sobre todas las cosas, nos revela quién es Dios y quiénes somos en Él. Cuando abrimos sus páginas, obtenemos vida. Su Palabra tiene el poder de:
Salmo 119:9 “¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando Tu palabra”.
Romanos 12:2 “Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto”.
Romanos 10:17 “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo”.
Cuando tenemos hambre, buscamos alimento para sentirnos satisfechos. Nuestro espíritu y alma también necesitan alimento, no una vez por semana, cuando vamos a la iglesia, sino el alimento diario de leer la Palabra. Si la dejamos cerrada, nos vamos a ir debilitando. Todo nos resultará cuesta arriba, necesitamos esa luz que ilumina nuestro caminar diario, para ser fortalecidos y guiados.
Te invito a hacer un compromiso de buscar a Dios a través de Su Palabra. Empieza con un versículo, medita en él, permite que el Espíritu Santo te hable, escucha, anota, memoriza. No lo veas como una obligación, sino como una oportunidad de escuchar “respirar a Dios”.
Oración
Señor, gracias por tu Palabra, que es verdadera. Ayúdame a amarla, a leerla con hambre y a obedecerla con gozo. Que sea mi guía diaria, mi consuelo en la prueba y mi fuente de sabiduría. Gracias porque tú me hablas a través de ella. Perdóname por ocuparme de tantas cosas, que al final del día me dejan vacía. Renuevo mi compromiso de leer tu Palabra, en tu poderoso nombre. Amén.
En este enlace, encontrarás un devocional que te mostrará un método práctico para estudiar la Biblia e interpretarla correctamente: