Lunes 26 de Febrero, 2024
Por eso, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, 10 para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios | Colosenses 1:9 (NVI)
Alimentar nuestro corazón con pensamientos e ideas constructivas es indispensable en el tiempo que estamos viviendo.
A nuestro corazón, tal como a todo nuestro ser, le hace falta “nutrirse” de lo bueno, en todo orden de cosas. Y el tipo de pensamientos que llenan nuestra mente, es determinante no solo para su buen funcionamiento, sino para el de todo nuestro cuerpo y de nuestra vida en general.
Si te fijas bien, hoy en día proliferan los expertos en programación neurolingüística y en una serie de terapias y enfoques. Quienes se dedican a ello lo que les enseñan a las personas no es otra cosa que aprender a “direccionar” los pensamientos de tal manera que den prioridad a los pensamientos positivos, cargados de buena onda, a ideas agradables e inspiradoras, para alejarse de la queja, lo negativo y lo destructivo.
Parece sencillo, pero por alguna razón no lo es. Los seres humanos tendemos a ser críticos, de los demás y de nosotros mismos. Somos inconformistas, nos quejamos de todo y eso hace que pasemos más tiempo dando vueltas y vueltas en una rotonda de molestia y desagrado. Y eso es lo primero que debemos cambiar para tener un corazón saludable.
Muchos de nosotros acostumbramos a orar por la mañana y eso nos impulsa a seguir durante el día. Orar nos ayuda en gran medida en esa tarea de llenar la mente de pensamientos agradables. Sin embargo, a lo largo del día vamos perdiendo ese ímpetu de positivismo en nuestras ideas y comenzamos a caer en el círculo de los chismes, las noticias que vemos, la crítica, el tráfico, las responsabilidades, etcétera.
Te invito a que te pongas a prueba y cada vez que un pensamiento desagradable o poco estimulante cruce tu mente, cámbialo por la idea opuesta. “Estoy atrasada para la reunión por culpa del tráfico”, piensa mejor: “En unos minutos la congestión de vehículos va a fluir y llegaré a tiempo”. Puede ser que no ocurra, pero al menos pensarlo te ayudará a calmarte, evitará que te estreses y te permitirá darle otra mirada a la situación, además de disfrutar del momento, de alguna manera. O si alguien viene con un cuento sobre otra persona, intenta no escucharlo. Si no tienes opción, simplemente no le sigas la corriente; piensa, en cambio, en alguna característica positiva de aquella persona de la que hablan y quédate con eso en tu corazón.
No es sencillo liberarse de personas que nos hacen mal, pero es una necesidad. Es cierto que estamos llamados a atender y cuidar de los demás, como hermanos e hijos de Dios que somos. Pero no es menos cierto que también estamos llamados a estar sanos antes de poder darle la mano a otro ser humano y para eso muchas veces nos toca “limpiar la casa” a fondo, incluyendo sacar a personas que en ese momento no nos hacen bien. No en vano 1 Corintios 15:33 dice: “No os dejéis engañar: `Las malas compañías corrompen las buenas costumbres’”.
Hay quienes, por más que los amemos, que los cuidemos, que nos importen, están en momentos completamente distintos a los nuestros y, sobre todo, no tienen la disposición de dejarse ayudar. Nos complican, nos aplastan, a veces interfieren o dañan el resto de nuestras relaciones o, simplemente, no nos permiten desarrollarnos de manera óptima. A veces se trata de amigos, de compañeros de trabajo, de nuestra pareja o, incluso, de familiares muy cercanos.
No te estoy alentando a abandonar a tus seres queridos y dejarlos a la deriva en sus situaciones. Nada de eso. En ocasiones, debemos separarnos temporalmente hasta que logremos equilibrarnos y estabilizarnos para volver a retomar la relación con fortaleza y sabiduría. O bien, cuando no podemos alejarnos, al menos poner una especie de barrera emocional, invisible, para que todo aquello que sale de ellos y que sabemos que nos hace mal deje de afectarnos. Debemos intentar no caer en provocaciones, ni en sus juegos que, pues estas personas suelen estar tan enfermas, tan deterioradas interiormente, que ni siquiera se percatan de eso.
Recuerda que su carga emocional, espiritual y física no es la tuya. Cada quien tiene la suya. Puedes apoyarle, orar por esa persona, seguir amándola incondicionalmente, pero no involucrarte en sus emociones, su situación espiritual, ni sus ideas. No en vano cada corazón tiene su propio ritmo y tiempo.
Es tiempo de cuidar nuestros pensamientos, no permitiendo que personas tóxicas invadan nuestro espacio. No podemos cambiar nuestras circunstancias, pero sí podemos decidir si les vamos a dar acceso a nuestro corazón y pensamientos.
Oración
Señor te pido que me des sabiduría, para discernir tu propósito en mi vida.
Enséñame a cuidar mis pensamientos, y cuando éstos vengan a tratar de debilitarme o sacarme del camino, pueda responder con la autoridad que me diste al ser considerado tu hijo. Me alineo con tu corazón para amar a las personas que me rodean, pero al mismo tiempo poniendo límites saludables, para que nada ni nadie, interfiera en nuestra relación contigo. Amén
Tomado del libro “Busca tu propio ángel”