Lunes 17 de Febrero, 2025
En el devocional de la semana pasada, dijimos que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios y que no solo debemos reflejarlo a Él, sino también entender que mi prójimo, aunque me lastime, también fue hecho a la imagen de Dios. Dios nos creó para que fuésemos sus hijos. Ser su imagen en la tierra nos da una misión porque, cuando tratamos con amor a los demás, aunque no se lo merezcan, estamos en armonía con nuestro creador.
En Filipenses 2:12, Pablo les dice a sus hermanos en Cristo: “Así que, amados míos, tal como siempre han obedecido, no solo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor”. El cuidar nuestra salvación implica llevar una vida digna del sacrificio hecho por Jesús en la cruz, no porque somos capaces, sino porque Él nos hizo dignos. Hacemos obras de amor porque somos amados por Él, aunque no merecíamos ese amor. Intentamos llevar una vida justa que honre a Dios porque amamos a Jesús, no porque podamos hacerlo por nuestra cuenta. Todo lo hacemos por él.
En la antigüedad, el Tabernáculo tenía tres partes: el atrio exterior, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. El Templo de Jerusalén también tenía estas tres secciones. En la actualidad, nosotros somos el templo y también estamos formados por tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu. Nuestro cuerpo simbolizaría el atrio exterior, la parte más visible; nuestra alma, sería el Lugar Santo, donde están nuestra mente, voluntad y emociones; y nuestro espíritu, sería el Lugar Santísimo. Nuestra naturaleza es pecadora, aunque tengamos a Cristo en nuestra existencia.
Creo que todos tenemos el deseo de llevar una vida cristiana, reflejando a Cristo en nuestras vidas, amando a las personas que nos rodean y haciendo el bien a todos, pero muchas veces experimentamos altibajos en nuestro caminar. En nuestra vida cristiana, todos esperamos reflejar a Cristo en todo momento, pero lamentablemente en las iglesias podemos ver tres clases de cristianos:
- Los cristianos carnales: son influenciados por las circunstancias, se dejan llevar por los deseos de la carne, actúan como niños espirituales, esperando que Dios conteste todos sus deseos y que las cosas salgan como ellos esperan.
- Los cristianos almáticos: se dejan llevar por el razonamiento humano, tomando decisiones egoístas y dándole rienda suelta a sus emociones. Constantemente especulan con sus pensamientos, tratando de hacer su propia voluntad y cediendo a los deseos de acumular bienes y buscar reconocimiento. Tienen talentos y dones, pero les resulta difícil percibir la guía del Espíritu Santo o reconocer cuando Dios les habla.
- Los cristianos espirituales: rinden sus cinco sentidos a Dios, entregan sus emociones, voluntad e intelecto a Dios y permiten ser gobernados por el Espíritu Santo. Aunque oyen las voces de su mente natural, han aprendido a distinguir su parte almática de la parte espiritual. A diario permiten que sus mentes sean renovadas y sus vidas sean una fuente de amor hacia los demás.
Mi oración diaria es poder permanecer cada vez más tiempo en el espíritu que en mi parte más humana. Quiero vivir sometiendo mi carne al Espíritu Santo, lo cual seguramente me llevará toda la vida, pero sé que la gracia de Dios y sus misericordias se renuevan cada día.
La próxima vez que ores, entrega todas tus preocupaciones (la parte almática) a Él y deja que tu parte espiritual sea renovada, y así estarás listo para discernir la voz de Dios de las voces de tu naturaleza carnal. Esto nos llevará a una entrega absoluta que nos conduce al arrepentimiento, somos limpiados de todo pecado, somos transformados y todo este proceso nos dará esperanza, confianza, paz, renuevo y gozo.
Oración
Señor, ayúdame a vivir mi vida cristiana, entregando todo a ti, poniendo mi vida en el altar del sacrificio. Que mi mente sea renovada cada día. Cuando el dolor de mis circunstancias me abrume, pueda ver mi crecimiento espiritual, siendo dependiente de ti y teniendo confianza que tú tienes lo mejor para mí, aunque mis circunstancias no cambien. Mi esperanza está puesta en tus promesas, ya que eres fiel y verdadero. En tu nombre, amén.