Lunes 27 de Mayo, 2024

En estos años de caminar con el Señor, me he dado cuenta de que muchas veces podemos estar haciendo lo correcto en la vida cristiana, pero al mismo tiempo, estar alejándonos y perdiendo el rumbo de nuestro llamado, o de nuestra vida.

¿Qué nos hace perder el rumbo? Pueden ser muchas cosas, pero las más poderosas ocurren cuando esperamos que las cosas salgan como deseamos y resulta todo lo contrario; o cuando un imprevisto en el camino (muerte, abandono, enfermedad) nos deja desorientados.

La vida transcurre rápidamente y no podemos controlar todo a nuestro alrededor, ni tampoco las decisiones que otras personas tomen y que nos puedan afectar. Podemos perder el rumbo sin casi percatarnos de el; pero este proceso no sucede en un abrir y cerrar de ojos, sino con el tiempo. Dejamos pasar ciertas cosas, nos preguntamos a diario el porqué de la situación que estamos viviendo: “¿por qué esa persona nos hizo tal cosa?”, “¿por qué Dios lo permitió?” y así, siguen las preguntas.

Hacer un inventario diario es una práctica muy recomendable para ayudarnos a evaluar cómo está nuestra vida, ver dónde estamos, adónde vamos, cómo está nuestra relación con el Señor y si nos estamos alejando, sin darnos cuenta. ¿Te has percatado de que este inventario no tiene que ver con los demás, sino con nosotros mismos?

Esta manera de pensar, hacer una autoevaluación, es crucial. De lo contrario, estaremos atrapados en un espiral descendente, dando vueltas en los mismos pensamientos tóxicos, las mismas circunstancias, las mismas personas que nos lastimaron y los mismos problemas que nos rodean, sin poder actuar, atrapados en ese espiral.

Tal vez, estás haciendo lo que se espera de un cristiano: vas a la iglesia, sabes que Dios es tu ancla, y puedes recurrir a Él en los momentos más difíciles de tu vida, pero sientes que algo no está funcionando bien. No sientes paz ni consuelo, la Biblia parece inentendible, sientes que tu oración no llega ni al techo y aunque pienses que la razón de todo, son los problemas o personas a tu alrededor, te aseguro que no tiene nada que ver con eso. Yo me he encontrado en esa misma estación de la vida y sé cómo te sientes, en estos momentos.

Un ancla sirve para que un bote o barco pueda fondearse, en medio del mar. De esa manera, se mantiene en su lugar y la marea no lo lleva de un lado a otro. Esta ilustración resulta maravillosa para graficar que Jesús es nuestra ancla, pero muchas veces, los eslabones que conforman la cadena de ese ancla, están dañados o desgastados. En momentos difíciles, sabía que mi ancla era el Señor, pero había permitido que parte de los eslabones se oxidaran y desgastaran.

Cuando esto sucede, no es momento de mirar a nuestro entorno, culpar a los demás o culparnos a nosotros mismos por haber hecho o dicho tal cosa. Ahora, es momento de apretar el botón de reinicio y enfocarnos en:

  • ¿Cómo están los eslabones de la cadena que me ancla a Jesús?
  • ¿Dónde está puesta mi fe?
  • ¿Cómo está mi corazón?
  • Cuando pienso en la circunstancia que estoy viviendo, ¿puedo ver a Dios obrando, aunque no lo entienda?
  • ¿Estoy queriendo controlar todo a mi alrededor?


Te das cuenta de que todas estas preguntas no tienen que ver con las circunstancias, sino más bien con cómo está nuestra vida, nuestro corazón. Perdemos mucho tiempo dándole vueltas al exterior, a las decisiones que tomaron otras personas, a los “¿por qué?”. Por eso este principio, muy valioso, nos va a ayudar a no perder el rumbo, pase lo que pase, nuestra ancla siempre es y será el Señor. No necesitamos respuestas, necesitamos confiar en Dios.

Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario, hasta donde Jesús entró por nosotros para abrirnos camino, llegando a ser sumo sacerdote para siempre…
Hebreos 6:19-20 (NVI).

Oración
Señor, ayúdame a poner mi confianza en ti, a no mirar mis circunstancias, sino a poner mis ojos en ti. A reforzar mi relación contigo, sin importar lo que suceda a mi alrededor, porque tú eres Soberano y cuidas de mí. Puedo decir con total seguridad, que mi ancla eres tú, y cuidaré mi corazón y mi mente, para que nada debilite los eslabones. Gracias por lo que tu gracia y tu amor inconmensurable hacen en mi vida. Amén.

 

Compartir

Liliana Gebel

Liliana Gebel es una reconocida influencer, líder y autora.

Es Asesor en Salud y Nutrición y tiene un Diplomado Plant Based Chef, que la ha ayudado a llevar una vida más saludable. Es también Coach de Vida y ha aplicado...

Leer más