Lunes 09 de Diciembre, 2024

Luego de salir de la esclavitud en Egipto, el pueblo de Israel comenzó su peregrinaje por el desierto durante 40 años, y finalmente estaban a las puertas de la tierra prometida. En Josué 6, vemos que el pueblo de Dios había cruzado el Jordán de manera milagrosa y se encontraba acampando a las afueras de Jericó. De repente, Josué vio a un hombre con la espada desenvainada en su mano, y le preguntó si estaba de su lado o si era un enemigo. Este hombre le respondió: “Yo vengo ahora como capitán del ejército del Señor”. Entonces, Josué se postró en tierra (Josué 5:13-15). ¡Qué imagen tan maravillosa, poder ver en vivo y en directo el poder de Dios!

Con semejante representante del cielo, uno podría pensar que la estrategia de guerra sería diferente, pero Dios le dio instrucciones a Josué: todos los hombres de guerra deberán marchar alrededor de la ciudad durante seis días, en completo silencio. Luego, los sacerdotes tocarán la trompeta y regresarán al campamento. Sin embargo, el séptimo día deberán dar siete vueltas alrededor de la ciudad. Al final de la última vuelta, siete sacerdotes tocarán la trompeta y todos gritarán a gran voz. Entonces, los muros se derribarán y ellos tendrán la victoria. Debían avanzar derecho hacia adelante (Josué 6:5).

Bueno, eso no es lo que uno esperaría teniendo al capitán del ejército de Dios a su lado, pero ellos obedecieron las instrucciones y así lo hicieron. Dios les había dado una promesa: les entregaría Jericó (v. 2), y ellos tenían que obedecer.

Este relato no es lo que normalmente esperaríamos sobre cómo deberían ser las cosas. A veces, cuando estamos pasando momentos difíciles, sentimos que nuestro enemigo está justo enfrente, listo para destruirnos, y en ese momento no es nada fácil quedarse en silencio y seguir dando vueltas. Creo que muchos de nosotros nos hemos encontrado varias veces en esa estación de la vida, dando vueltas en lo mismo, sin ver nada. Esperando que el capitán del ejército de Dios haga algo, claro, a nuestra manera, pero nada pasa. Sé que algunos de los que están leyendo este devocional, están en diferentes momentos de su vida. Algunos estarán confiados y caminando en fe; otros estarán dudando de todo. Pero quisiera que todos, nos identifiquemos con este relato.

Dios nos dio una promesa: Él está con nosotros y nos ayudará en cada momento. Nunca debemos dudar de eso. Muchas veces, sentimos que estamos dando vueltas en derredor del mismo problema, enfrentando las mismas circunstancias, teniendo dificultades con las mismas personas, o viviendo la misma rutina triste y desesperanzadora, una y otra vez, y nada parece cambiar. Hay muros en nuestras vidas que parecen que nunca van a derribarse, que nos hacen pensar que nunca tendremos la victoria. Algunos de esos muros pueden ser familiares, económicos o de salud. Algunos, están pasando por una separación matrimonial y creen que derribar los muros, significa que el matrimonio se volverá a unir y vivirán felices para siempre; pero el divorcio es inminente, y parece que Dios no obró.

Para otros, los muros que deben derribarse son los de la enfermedad. Recibieron un diagnóstico y esperan la sanidad con fe, pero nada sucede. Todo empeora, o esa persona por la que oraban con tanta fe finalmente murió. Parece que Dios no hizo nada. Muchos otros están lidiando con situaciones familiares, esperando que esos muros se caigan, pero no pasa nada. Y así, podríamos seguir con muchos ejemplos más.

Yo he aprendido que los muros que deben derribarse no son los que yo quiero o espero. No siempre se cumplen mis expectativas sobre cómo deberían caer, cuándo o de qué manera. A veces, los muros que se derriban son los que están en nuestro interior: esas fortalezas, esas creencias que no nos dejan vivir en paz, ni disfrutar plenamente de nuestra vida cristiana.

No sé en qué parte del relato te encuentras, pero lo que sí puedo decirte es esto:

  • Tenemos una promesa: Jesús murió por nosotros para que tengamos vida eterna, y no estamos solos.
  • Debemos obedecer, esperar en silencio y confiar en que Dios está obrando, aunque no veamos nada.
  • Dios derribará los muros, ya sean externos o internos. De eso no hay dudas.
  • Caminemos derecho hacia adelante, confiados, sin mirar atrás, porque Dios está delante.


En este momento, un muro se está derribando, y están quedando solo escombros.

Oración
Señor, ayúdame a no dudar nunca de Tu amor. Aunque las cosas no salgan como espero, sé que estás conmigo en cada momento. Los muros en mi interior son los más difíciles de derribar, por eso te entrego todas mis cargas, porque sé que el Capitán del ejército de Dios está conmigo, peleando mis batallas. Perdóname por haber dudado de Ti. Ayúdame a confiar plenamente en este proceso. En Tu poderoso nombre, amén.

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Liliana Gebel

Liliana Gebel es una reconocida influencer, líder y autora.

Es Asesor en Salud y Nutrición y tiene un Diplomado Plant Based Chef, que la ha ayudado a llevar una vida más saludable. Es también Coach de Vida y ha aplicado...

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