Lunes 24 de Junio, 2024
A algunos de nosotros nos han enseñado que no debemos compartir nuestros problemas con los demás. Sin embargo, puedo asegurarte que Dios nos anima a hacerlo, no solo orando unos por otros, sino también compartiendo nuestras dificultades. Tal como dice Gálatas 6:2 (NVI): “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo”.
Cuando compartimos, nos encaminamos hacia la sanación. Seguramente, el problema seguirá allí, pero ya tendremos una perspectiva diferente. Nuestra fe se fortalece, cuando pasamos por las noches más oscuras. No crece solo cuando oramos; crece cuando, a raíz de nuestra oración, nos relacionamos más con Dios y llegamos a tener la certeza de que Él está con nosotros.
A lo largo de mi vida, he tenido que atravesar momentos difíciles y siempre esperé que fuera Dios quien solucionara las cosas, esperando que Él obrara y cambiara mis circunstancias. Incluso, oraba para que pronto amaneciera y la noche, metafóricamente hablando, se disipara. No imaginaba que esos tiempos de prueba eran momentos para estar tranquila, mirar mi interior y pedirle a Dios que me ayudara, no cambiando mi situación, sino permitiéndole trabajar en mí.
Muchas de las situaciones que hoy vivimos tienen sus raíces en episodios anteriores o traumas. Para algunos, resulta muy doloroso volver a esos recuerdos, pero querido hermano, es hora de enfrentar nuestros gigantes. Cuando los ignoramos, pensamos que van a desaparecer, pero solo crecen y luego toman el control de nuestras vidas. Con la ayuda de Dios, podemos comenzar a sanar. Recordemos que nuestras emociones no son un enemigo; son un regalo de Dios para que podamos conectarnos más con Él.
En Dios tenemos esperanza. No hay situación difícil para Él, solo que a veces, no le permitimos el acceso a ese dolor, ese trauma o esa frustración. Él puede desatar los nudos más enredados en nuestras emociones. Todos somos personas imperfectas que cometemos errores más de lo que quisiéramos, tomando decisiones equivocadas y que estamos en constante proceso de construcción. A veces, ofendemos a alguien sin darnos cuenta y otras, nos ofendemos porque malinterpretamos algo que se dijo. Pero ahí es donde podemos llevar nuestras emociones al Señor y dejarnos consolar por Él. Llevarlas a su presencia es mejor que tratar de darle sentido a lo que vivimos, porque si no aprendemos a entregarlas, estas comenzarán a abrumarnos.
He aprendido con los años a sentir mis emociones cuando aparecen y me vuelvo en seguida a Dios. Se las entrego y le pido que me ayude a gestionarlas de una manera saludable. Dios nunca me ha abandonado. Él nunca nos pide que dejemos de tener miedo o de estar tristes; solo nos pide que no nos movamos de su lado.
La vida tiene situaciones inesperadas, momentos de felicidad y de tristeza; no es un sendero recto ni plano. Hay etapas en las que caminamos por un desierto y otras en las que recorremos un sendero lleno de vegetación, de flores maravillosas y el trino de los pájaros acompañan nuestro paso. Las cosas no están destinadas a ser iguales todos los días, todo el tiempo.
Pero cuando aprendemos a sentir nuestras emociones y a no juzgarlas, ni reprimirlas, nos damos cuenta de que todo lo que vivimos es parte de la vida, con sus altibajos, tristezas, alegrías, triunfos, fracasos, pérdidas y ganancias.
Para terminar, pero teniendo en mente todo lo que hemos hablado, te invito a recordar momentos vividos en tu vida, los lindos y los no tan lindos, mientras leemos juntos Eclesiastés 3:1-8 (NVI), y te aseguro que nos gozaremos recordando que Dios estuvo y está en cada etapa de nuestras vidas. ¡Aleluya!
Hay un tiempo para todo
Todo tiene su momento oportuno;
hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
tiempo para nacer y tiempo para morir;
tiempo para plantar y tiempo para cosechar;
tiempo para matar y tiempo para sanar;
tiempo para destruir y tiempo para construir;
tiempo para llorar y tiempo para reír;
tiempo para estar de luto y tiempo para bailar;
tiempo para esparcir piedras y tiempo para recogerlas;
tiempo para abrazarse y tiempo para apartarse;
tiempo para buscar y tiempo para perder;
tiempo para guardar y tiempo para desechar;
tiempo para rasgar y tiempo para coser;
tiempo para callar y tiempo para hablar;
tiempo para amar y tiempo para odiar;
tiempo para la guerra y tiempo para la paz.
No tratemos de arreglar nuestras emociones; sintámoslas y recordemos que ellas fueron creadas por Dios para acercarnos más a Él.
Oración:
Gracias, Señor, porque sé que caminas conmigo en todo momento. Nunca me has dejado ni desamparado. El enemigo quiere que pierda mi esperanza, pero yo estoy anclada a ti, y sé que cada cosa que vivo me acerca más a ti y me enseña a depender más de mi amado Señor. Gracias por tu amor hacia mí, en tu nombre, amén.