Lunes 28 de Abril, 2025
Uno de los versículos que me ayudan día a día está en 2 Corintios 10:5 (NVI), que dice:
“…y llevamos cautivo todo pensamiento para que obedezca a Cristo”.
Pablo no nos enseña que es Dios quien debe cautivar nuestros pensamientos; nos deja claro que esa, es tarea nuestra. Durante mucho tiempo, hemos creído las mentiras que se generaban en nuestra mente y nos convertíamos en víctimas de nuestros propios pensamientos, en lugar de actuar como guerreros equipados. La manera en que pensamos determina cómo nos sentimos, y cómo nos sentimos influye en cómo actuamos. Es decir, nuestros pensamientos moldean nuestras vivencias.
Ahora bien, si vivimos como cristianos, dedicando tiempo a la meditación, la oración y la lectura de la Biblia, ¿por qué parece que seguimos luchando con los mismos problemas? ¿Por qué no logramos cambiar y seguimos atrapados en patrones negativos? ¿Por qué seguimos batallando con los mismos miedos y traumas? La batalla espiritual más grande, se libra en nuestra mente.
Para llevar cautivo cada pensamiento a la obediencia de Cristo, primero tienes que ser consciente de cuáles son esos pensamientos y en qué momento se desatan. Si vives atrapado en una rutina muy agitada, será casi imposible detenerte a observarlos.
Toda mentira que aceptas sobre ti mismo tiene su raíz en una idea equivocada que tienes sobre Dios. Te doy un ejemplo: si crees la mentira “nadie me escucha”, probablemente camines por la vida con esos lentes puestos. Cada situación que enfrentes, reforzará esa creencia, y terminarás pensando: “no me escuchan”. Por consecuencia, al acercarte a la presencia de Dios, sentirás que tampoco Él te escucha. Así se forma un patrón, una creencia que, si no la detienes, dirigirá tu vida como un barco a la deriva, llevado de un lado a otro por el viento de las circunstancias. Eso te dejará desorientado y profundamente triste.
Una vez leí que hay tres maneras de caer en un pozo:
Es hora de actuar:
● Identifica ese pensamiento que desencadena varias emociones.
● Desafía ese pensamiento con la verdad de Cristo.
● Agradece. Cuando practicas la gratitud, interrumpes el ciclo de pensamientos disruptivos.
No eres una víctima, querido amigo: eres un sobreviviente. Lo que te ha sucedido no define quién eres. Atrapa esos pensamientos, esas mentiras del enemigo, y desafíalas con la verdad de Su Palabra. Luego, da gracias. Estás librando una de las batallas más intensas de esta generación: la batalla de tu mente. Pero no estás solo, Dios está contigo.
Ya no somos prisioneros de nuestros pensamientos. Ahora, día tras día, luchamos para tomarlos cautivos.
Oración
Señor, hoy me presento delante de Tu presencia y te entrego mis pensamientos.
Ayúdame a discernir la verdad de la mentira, a derribar toda idea que se levante contra Tu conocimiento, y a llevar cautivo todo pensamiento para obedecer a Cristo.
Renueva mi mente, fortalece mi corazón y enséñame a pensar conforme a Tu Palabra.
Amén.