Lunes 18 de Noviembre, 2024
La oración ferviente nos mantiene enfocados en lo que es verdaderamente importante, nos recuerda quiénes somos y nos abre los ojos espirituales para entender el poder que tenemos en Cristo. Muchas veces, el enemigo quiere debilitarnos, tratando de restarle importancia a nuestra posición en el cuerpo de Cristo y en el ministerio.
Conozco a una mujer, totalmente desconocida para muchos, pero que ora incansablemente por nuestra familia. Saber que alguien no deja de orar es algo maravilloso, renueva nuestras fuerzas para enfrentar lo que venga. Sé que muchos menosprecian lo que están haciendo en este momento, tal vez los reflectores no te están iluminando, pero Dios conoce cada cosa que haces, cada lágrima derramada, cada oración elevada por tu familia, amigos, iglesia.
Cometemos un gran error cuando vemos las verdades de Dios a través de nuestros lentes naturales. Mi oración es que Dios abra mis ojos espirituales, para poder decir, como dijo Eliseo a su siervo en 2 Reyes 6:16-17 (NVI): “No tengas miedo, los que están con nosotros son más que ellos. Entonces Eliseo oró: ‘Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea’”.
Dios abrió los ojos de Guiezi y le permitió ver que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego. ¡Qué visión tan maravillosa! Cuando hacemos este tipo de oración, nos vamos a dar cuenta de todos los recursos, fortaleza y protección que Dios ha puesto a nuestro lado. Muchas veces perdemos tiempo haciendo oraciones para librarnos de nuestros enemigos, de nuestras circunstancias adversas, y esto solo hace que nos enfoquemos en nuestros recursos tan limitados. En este momento podría haber un ejército de ángeles cuidándote y listos para defenderte.
Cuando nuestra oración se enfoca en Dios, en sus promesas, en sus atributos, nuestros ojos se abren. Actualmente, está muy de moda la palabra “empoderarse” o “empoderamiento”, pero lamentablemente se ha hecho mal uso de su significado. Cuando vamos a su presencia y morimos a nuestro yo, no enfocándonos en lo que tenemos, sino en los recursos que Dios nos ha dado, en quienes somos en Él, algo en nuestro interior comienza a surgir, y nos hace invencibles, nos llena de energía para ver cuáles son realmente las batallas que debemos pelear en oración.
Tu esposo no es el enemigo; tu hijo rebelde no es el enemigo; esa amiga que te ignora, no es el enemigo. El verdadero enemigo quiere debilitarte, quiere que tu hogar sea un campo de batalla, que tu familia sufra, que tu iglesia se divida, que tus líderes abandonen el ministerio porque están luchando solos, la iglesia no los cubre en oración. A él le encanta dividir, culparnos, nos insta a que guardemos rencor, a no perdonar. Pero te puedo asegurar que todas las batallas que en este momento estás luchando, se ganan doblando las rodillas, en oración.
Oremos por nuestra familia, cubrámoslos en oración, que sean llenos del Espíritu Santo, que Dios los proteja de todo mal, que el Espíritu Santo les infunda valor, que tengas fuerzas como las del búfalo, que vuelen como las águilas, por arriba de los problemas. Con nuestra oración seamos un muro de protección contra los intentos del enemigo, contra nuestra familia. Nuestros hijos no necesitan nuestros sermones o que les estemos encima todo el tiempo para que sean mejores hijos, mejores cristianos; necesitan que doblemos nuestras rodillas por ellos. Si hasta ahora estabas doblado por el dolor o por un golpe inesperado que te dejó knock out, es hora de que asumas una nueva postura de batalla. Busquemos a Dios en oración y, como dice en Efesios 6:11, “Ponte la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo”.
Oración
Señor, ayúdame a dejar de lamentarme, quejarme y, en vez de eso, aferrarme a tus promesas. Úsame en la oración para interceder por mi familia, amigos, ministerio, iglesia y abre mis ojos espirituales para comenzar a ver que estás conmigo, y tendré la victoria. En tu nombre, amén.