Lunes 20 de Octubre, 2025

Según la perspectiva psicológica, la rumiación consiste en repasar conversaciones una y otra vez, pensar en cosas que pudimos haber dicho o hecho de otra manera, enfocándonos en los errores que pudimos haber cometido. También se puede rumiar sobre situaciones de nuestro pasado, como la invalidación en nuestra infancia o el rechazo que pudimos haber sufrido. Nuestra mente no deja de dar vueltas en el mismo pensamiento, en una herida o un error, sin poder llegar a una solución. Nos lamentamos por lo que dijimos o dejamos de decir, nos preguntamos por qué nos pasó esto y, como resultado, experimentamos una neblina mental que nos trae confusión, estrés emocional, ansiedad y, por supuesto, nos hace perder la paz.

La rumiación es como una gotera constante en nuestra mente: un pensamiento que no se detiene, trayendo culpa, temor y angustia. Desde la psicología, se sabe que este proceso nos lleva a la ansiedad y la tristeza, pero desde la fe comprendemos que la rumiación nos roba la paz que Dios nos ha dado.

Preguntarnos constantemente “¿por qué?” o “¿y si hubiese…?” solo nos lleva a enfocarnos en el problema y no en Dios. Él quiere que le entreguemos esos pensamientos para que los transforme. Si seguimos por el camino de la rumiación, nos daremos cuenta de que la mayoría de esos pensamientos no tienen respuesta; en cambio, cuando optamos por orar, le estamos entregando el control a Dios. En vez de quedarnos atrapados en ese espiral descendente, el Señor nos invita a renovar nuestra mente, como nos dice Romanos 12:2:

“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta.”

Cuando hablamos de rumiación, lo primero que suele venirnos a la cabeza son las vacas, que rumian su alimento. Ellas lo hacen porque tienen un sistema digestivo especial, con cuatro compartimentos en el estómago. Explicado de una manera sencilla, este proceso hace que el bolo alimenticio vuelva a masticarse varias veces para aprovechar al máximo todos los nutrientes del pasto. Pero cuando nosotros rumiamos un problema, lo único que logramos es un sabor amargo, agotándonos tanto mental como físicamente.

Filipenses 4:6-7 nos dice:
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y den gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”

En vez de rumiar pensamientos negativos, reemplacémoslos por verdades bíblicas:

  • Pensamiento negativo: ¿Por qué me pasa esto?
    Verdad bíblica: Todo lo que me sucede obra para bien (Romanos 8:28).

  • Pensamiento negativo: No soy suficiente.
    Verdad bíblica: El Señor se perfecciona en mi debilidad (2 Corintios 12:9).

  • Pensamiento negativo: Nunca saldré de esta situación.
    Verdad bíblica: El Señor pelea por mí, estaré tranquilo (Éxodo 14:14).

En lugar de rumiar dolor, que hace que nuestra alma se enferme, rumiemos la Palabra de Dios, que fortalecerá nuestro espíritu y nos dará paz, aunque todo a nuestro alrededor se vea desolador. “Meditaré en tus mandamientos y consideraré tus caminos.” Salmo 119:15

Cada vez que un pensamiento negativo se repita, convirtámoslo en oración.
Cada vez que una preocupación vuelva, respondamos con una promesa.
Rumiemos promesas bíblicas.

Oración
Señor, ayúdame a no quedarme atrapado en mis pensamientos negativos, en las injusticias o en los problemas que no puedo cambiar. Hoy decido entregarte esos pensamientos que me llenan de miedo, culpa e inseguridad, y cada vez que aparezcan, ayúdame a detenerlos sabiendo que tú puedes transformarlos. Lléname de esa paz que sobrepasa todo entendimiento y enséñame a meditar en tu verdad y no en mis temores. En tu precioso nombre, amén.

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Liliana Gebel

Liliana Gebel es una reconocida influencer, líder y autora.

Es Asesor en Salud y Nutrición y tiene un Diplomado Plant Based Chef, que la ha ayudado a llevar una vida más saludable. Es también Coach de Vida y ha aplicado...

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