Lunes 09 de Junio, 2025

En las últimas décadas se ha hablado mucho sobre el espiral descendente que producen nuestros pensamientos, refiriéndose a que giran sin control, dando vueltas sobre lo mismo, como si nada pudiera detenerlo.

Nosotros tenemos la capacidad, dada por Dios, para interrumpir ese espiral o ese bucle, al reconocer esos pensamientos y ponerles un nombre: falta de perdón, resentimiento, ira, rencor, etc. Al hacerlo, estamos dando el primer paso para detenerlos. Porque no se trata de culpar al entorno, a las circunstancias o a los demás; se trata de hacernos responsables de lo que pensamos. Sé que se lee fácil, pero no lo es. Romanos 12:2 debería ser nuestra oración diaria: “Que, mediante la renovación de nuestra mente, podamos ser transformados”. Este versículo nos da un sentido de continuidad.

Varias investigaciones han demostrado empíricamente, que lo que pensamos genera en nuestro cerebro los mismos cambios, que si realmente lleváramos a cabo esa acción. Los estudios por imágenes cerebrales, revelan que las regiones del cerebro que se activan cuando realizamos una acción, son las mismas que se estimulan al pensar en ella. Esto nos permite comprender de manera más profunda versículos como Hebreos 11:1 (NVI): “La fe es tener confianza en lo que esperamos; es tener certeza de lo que no vemos”.

Muchos recurren a terapia, consejería o a charlas con un mentor porque no logran detener ese espiral, ni identificar su origen. Pero considero que la perspectiva necesita ser modificada. Es muy probable que no puedan frenar ese pensamiento porque, en realidad, están buscando una respuesta que quizás nunca obtengan de este lado del sol.

Estoy de acuerdo con las terapias y la consejería, ellas pueden ayudarte a hacer una profunda introspección e identificar esos pensamientos limitantes. Tal vez te ofrezcan ciertas herramientas y técnicas que ayuden, pero no pueden transformarte. El único que puede hacerlo es nuestro Señor Jesús. El tiempo de intimidad que pases con Él, conectándote de forma real y sincera, puede ayudarte a aumentar tu fe, cambiar tu mente y, como consecuencia, renovar tu alma. Solo así podrás vivir una verdadera vida cristiana, experimentando gozo, paz, plenitud, paciencia, independientemente de las circunstancias o de lo que te toque atravesar.

A modo de resumen:

Identifica esos pensamientos, pero hazlo uno a la vez.
Si, por ejemplo, dices: “Mi economía está muy mal, no me alcanza para llegar a fin de mes”, el problema no es solo la falta de dinero. El verdadero conflicto es lo que te estás diciendo a ti mismo. En consecuencia, se desata un torbellino de no deseados y limitantes.
Ejemplos de esos pensamientos podrían ser:
   ○ “Tengo miedo que me pase lo mismo que en mi infancia.”
   ○ “Nunca voy a lograr mis sueños, siempre estoy estancado en mi economía.”
   ○ “Soy infeliz, no logro hacer nada bien.”
   ○ “A los demás siempre les va mejor; yo nací para sufrir.”

Ponle un nombre.
Siguiendo el ejemplo anterior, el pensamiento descendente no es el problema económico; en realidad podría ser:
   ○ “Inseguridad para lograr mis metas.”
   ○ “Necesidad de tener el control.”
   ○ “Relaciono el dinero con mi valor personal.”
   ○ “Me siento incompetente para alcanzar mis objetivos.”

Identifica tus sentimientos.
Esos pensamientos te generan: tristeza, frustración, ira, indefensión, rencor, resentimiento, envidia, etc.

Lleva todo en oración.
En este punto, el panorama se empieza a aclarar. Ya la oración no será:
“Señor, dame más dinero”, sino: “Señor, en medio de mis dificultades económicas, me cuesta ver tu provisión. Te pido que me ayudes con los traumas o creencias que generan estos pensamientos que me impiden confiar en ti.”

¿Puedes ver la diferencia? Impresionante, ¿no? Un cambio de perspectiva puede traer un cambio sustancial en tu vida.

Que podamos decir lo que Pablo escribió a los Romanos en el capítulo 11, versículo 36:
“Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén.”

Oración
Señor, todo procede de ti, y solo en ti encuentro la fuerza y la esperanza para enfrentar cada situación. Gracias porque tengo acceso directo a tu trono y mis oraciones siempre son escuchadas. Tú sabes lo que es mejor para mí; puedo sentir tu amor y cuidado en cada paso. Ayúdame a identificar esos pensamientos y dame la sabiduría para poder detenerlos. Cada día tendré la oportunidad de renovar mi mente y ser transformado. En tu poderoso nombre,
amén.

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Liliana Gebel

Liliana Gebel es una reconocida influencer, líder y autora.

Es Asesor en Salud y Nutrición y tiene un Diplomado Plant Based Chef, que la ha ayudado a llevar una vida más saludable. Es también Coach de Vida y ha aplicado...

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